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Las nuevas escritoras tienen tetas y cerebro

Lucía Lijtmaer

Y llegó, finalmente. Tras circular durante meses el importe del adelanto (¡tres millones de euros!), los rumores sobre el contenido (¡como Girls pero sin Girls!) y conocerse la portada (¡ésta!), se hizo libro el avance editorial más esperado de la temporada: No soy ese tipo de chica de Lena Dunham. Y este llega a nuestro país esta misma semana, de la mano de Espasa.

¿Y cómo es él? Sorprendentemente parecido a la obra fílmica de Dunham. Obsesivo, divertido, autorreferencial, ombliguista y llamado a ser un éxito. El texto, una serie de ensayos autobiográficos en los que la autora desgrana sus hábitos sexuales y alimenticios, su obsesión por la muerte, el futuro y cómo verse a sí misma en un mundo adulto, parece una copia a carbón de la serie Girls. El making of. La marca blanca.

Y aún así, interesará. Un eco resuena a lo largo del libro, a partir de una de sus frases: “Nunca he escrito un diario. Si una chica escribe en su diario y no hay nadie allí para leerlo, es como si no lo hubiera escrito”. Quizás esa sea la razón para escribir (y leer) sobre el ginecólogo de Lena, el novio de Lena, la salida del armario de la hermana de Lena o el interés por los chicos inadecuados de Lena. O quizás es que se ha escrito poco sobre las cosas de chicas, y por eso las chicas y sus cosas de chicas ahora interesan a todo el mundo.

Define cosas de chicas

¿Sí? Sí. En los últimos años han aparecido una serie de escritoras que narran, ya sea desde la ficción o el sustrato autobiográfico, a unas protagonistas que desde la cotidianidad, comen, beben, follan y hacen todo lo que se supone que deberían hacer las protagonistas jóvenes de novelas contemporáneas pero que antes no hacían o hacían menos. O al menos, no lo contaban escritoras. A este fenómeno se le ha llamado “tits and wits” (“tetas y cerebro”), por lo novedoso que parece resultar en la industria editorial que pueda haber escritoras vendibles para el público como algo diferente a la chick-lit o “literatura para mujeres”.

Uno de los máximos exponentes de esta nueva hornada es Caitlin Moran, autora del gran éxito Cómo ser mujer (Anagrama), que mezcló libro de memorias y divertido panfleto para explicar sus experiencias como mujer, feminista e hija de una familia numerosa y proletaria. Cómo ser mujer no fue flor de un día, y Moran vuelve ahora a la carga con How to build a girl (Harper Collins), aún inédito en España. Aquí sus experiencias son -veladamente- tamizadas por la ficción, y desgrana la vida de una adolescente obesa, Johanna Morrigan, que en medio de la precariedad y el desatino hormonal de los catorce años, decide reinventarse como periodista musical. ¿Qué esperar de Moran aquí? Risas a porrillo y mucha, muchísima masturbación.

Manuales de la vida moderna para la chica moderna

Si Moran y Dunham hablan desde la experiencia personal, la periodista Hadley Freeman decide romper estereotipos con respecto a lo femenino desde el humor con su ensayo Be Awesome (Fourth Estate) que toma como modelo y parodia las revistas femeninas vacuas, la obsesión por los famosos y las listas para estar perfecta en cualquier ocasión. Desde una deconstrucción en toda regla sobre cómo hacer una felación, al capítulo “Cómo leer una revista femenina sin desear que te crezca un pene”, Freeman desgrana en una serie de escenas que recuerdan a sus columnas en The Guardian y que parecen tener como referente otro ensayo de humor, Bossypants (Reagan), de la humorista Tina Fey.

Pero también es en la ficción literaria dónde encontramos nuevos personajes escritos por una nueva generación de mujeres que ofrecen mayor profundidad. Zoe Pilger, en su primera novela Eat my heart out (Serpent's Tail) construye una ácida sátira en la que una pin up veinteañera busca el sentido de la vida a través del sexo, las borracheras amnésicas y su grupo de amigos hipsters artistas que se autolesionan y van a inauguraciones en el este de Londres.

Animals (Canongate) de Emma-Jane Unsworth narra la amistad entre Laura y Tyler a través de la desazón de dos chicas -aunque rondan los treinta años, siguen siendo chicas- que agotan las noches entre borrachera y resaca y se plantean dejar la ciudad, tener hijos con cualquiera o simplemente seguir bebiendo. En una memorable escena, la protagonista Laura explica: “Un hombre nos ha escuchado hablar sobre drogas mientras hacemos cola en un cajero y dice: 'Pensaba que los yonquis eran delgados'”.

La llamada “tits and wits” parece tener como ejes centrales el cuerpo, la autodestrucción y el sexo. ¿Es eso nuevo? No. Lena Dunham cita como referente a Helen Gurley Brown y a Nora Ephron, ambas célebres autoras en los setenta. Caitlin Moran cita sin cesar a Germaine Greer. Aún así, desde el humor unas -Moran, Dunham y Hadley Freeman-, desde el realismo sucio otras -Zoey Pilger, Emma-Jane Unsworth- parecen traer aires nuevos a la escena literaria. Y parece ser que todo eso se puede hacer sin citar a Bridget Jones.

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